En esta ocasión os traigo un vídeo de un edificio que ocupa parte del un convento, el de San Antonino el Real. Es el teatro Liceo y la tienda de Zara de nuestra ciudad salmantina. Aunque resulte sorprendente, esta tienda está en el interior de la antigua iglesia, de grandes dimensiones. El resto de las instalaciones está ocupadas por el teatro. Este teatro también tiene sus leyendas y su muerto o muerta... y su maldición. Todo ello explicado por el actor, dramaturgo y director de escena Roberto García Encinas. Todo un lujo.
Convento de San Antonino el Real
Sus ruinas, consolidadas, albergan en la actualidad una firma comercial, de la que constituyen un nada desdeñable atractivo, lo que demuestra hasta qué punto el patrimonio arquitectónico puede tener un valor añadido. Otra parte de menor interés se conservan dentro del Teatro Liceo. Antes de ser dignificadas, y ocultas por entonces a la vista del público, albergaron un teatro, una oficina bancaria y viviendas. El teatro fue inaugurado en 2002 y la tienda en 2005.
El primer intento de fundar este convento franciscano, levantado en el centro de la ciudad a escasos metros de la Plaza Mayor, tuvo lugar en 1732 cuando el marqués de la Compuesta comunicaba al Ayuntamiento de Salamanca que el Rey había autorizado a los religiosos de la Provincia de San Miguel a construir en esta ciudad un hospicio que sirviera de asilo a los viejos frailes. En 1733 se les adjudica el lugar del Monte Olivete, pero la cesión del conde de las Amayuelas de su palacio sito en el enclave citado haría que se decantaran por esta céntrica ubicación.
Las obras comenzarían, no sin la oposición de otros conventos que veían mermados sus ingresos, en 1736, de hecho en ese año el Consistorio da permiso a los frailes para que saquen piedra de las canteras próximas al matadero. A raíz de las protestas se insistió en el hecho de que sólo se podía construir enfermería que cubriera los fines fundacionales. El hilo constructivo arranca con la iglesia, ya que se servirían en un primer momento de las propias habitaciones del palacio del aristócrata. En 1745 ya se había construido la cabecera, el crucero, gran parte de la nave, la sacristía y una capilla, todo ello proyectado por fray Francisco de la Visitación, perteneciente a la propia comunidad religiosa; sobre el proyecto emitió un dictamen Manuel de Larra Churriguera. Un año después las obras estaban muy avanzadas y se había volteado la cúpula. En 1746 las obras continuaban, pero al parecer no llegarían nunca a ser finalizadas.
Jerónimo García de Quiñones fue el proyectista del claustro en 1756. De esa obra no quedan restos importantes, pero por la documentación se sabe que tenía dos pisos y que llevarían bóvedas de aristas en las galerías bajas. También entonces se construyeron las celdas. Las relaciones entre el arquitecto y el convento no marcharon bien a juzgar por los largos pleitos en que se vieron envueltos, que demoraron las obras e incluso impidieron la terminación del convento, que al igual que la iglesia nunca contó con una fachada monumental. Juan de Sagarbinaga intervino como perito.
La parte más importante conservada se corresponde con la capilla mayor, crucero, nave y muros perimetrales con restos de las capillas colaterales. En los muros conservados destaca un entablamento cuyo friso se decora con rosetas y una cornisa muy saliente sobre mútulos, sostenido todo por pilastras estriadas con capiteles corintios. Todo el espacio se cubría con bóvedas de medio cañón con lunetos con profusas decoraciones, excepto el crucero, en el que se levantaba la cúpula octogonal sin trasdosar; en el intradós luce decoraciones radiales con franjas pétreas; tiene la peculiaridad de abrir ventanas en las pechinas, lo cual repercutiría favorablemente en la iluminación del crucero. Destacan por su buena calidad de labra los escudos reales.
Bastante menos queda del convento levantado al norte y "fagocitado" por el Teatro Liceo primitivo. La construcción del nuevo teatro ha permitido un mejor conocimiento de las ruinas del convento. Particular relevancia tiene la sacristía, de dos tramos con bóvedas de arista sobre un entablamento con triglifos y metopas circulares. Tiene dos arcos en esviaje, uno de ellos la comunicaba con la iglesia, puertas con dinteles y otras con arcos semicirculares además de dos huecos para cajoneras y uno para un posible aguamanil. A esta dependencia se accedía por una puerta adintelada con un marco dotado con grandes orejeras.
Fuente: Junta de Castilla y León. Portal de Patrimonio Cultural de Castilla y León. José Ramón Nieto González.